27 abr 2010

Desastres naturales, por Carlos "Melón"



Lo primero de todo, me presento: Me llamo Carlos, aunque muchos me conocen como “Melón”, apodo que llevo con mucho orgullo, por tanto no tengáis reparo en utilizarlo para dirigiros a mí. Es un honor escribir en el blog de Halex, animador de mis tardes de resaca, y que sigo con bastante frecuencia. Por encima de todo considero a Halex como un amigo, aunque nos conozcamos desde hace relativamente poco tiempo, y no nos veamos con mucha frecuencia.

El motivo que me lleva a escribir esta crítica es la paralización total del mundo, del “primer mundo”, apelativo utilizado por algunos que tienen poco de santos y mucho de chorizos en su chalet de cualquier paraíso fiscal, debido a la erupción causada por un volcán en el sur de Islandia. A mí personalmente me afectó directamente, ya que me obligó a posponer (sin fecha definida; de hecho probablemente ya no se haga) un viaje programado con muchos meses de antelación por la cancelación de mi vuelo; una de tantas anécdotas dentro de un caos aéreo sin precedentes en la Historia, causado por una erupción bastante débil teniendo en cuenta desastres volcánicos anteriores y no tan lejanos en el tiempo, como la erupción del Krakatoa, la erupción del Tambora o la erupción del Monte Pelée, que han ocasionado no sólo graves daños materiales, llegando a reventar islas, literalmente, sino también matado a millares de personas, alcanzando en algunos casos el equivalente en muertos a la población de Toledo. Mi pregunta es, si una erupción débil es capaz de paralizar medio mundo, ¿qué será de nosotros cuando algún desastre natural más grave nos afecte? Se habla por ejemplo de la reciente activación de un volcán situado en pleno Parque Nacional de Yellowstone (sí, donde vive el Oso Yogui) que tiene potencial para llevarse medio planeta por delante, o de un inminente cambio en la polaridad magnética de nuestro planeta, o reversión geomagnética. No quiero ser alarmista ni ningún profeta del fin del mundo, entended la palabra inminente desde el punto de vista geológico, es decir, al ser un evento que ocurre de forma relativamente periódica, se puede calcular cuando ocurrirá el próximo cambio, pero con un margen de error de muchos miles de años; por lo que puede ocurrir cuando la humanidad se haya destruido a sí misma (así que se cargará a las cucarachas, malditas cabronas), o en dos días mientras hagamos la lista de la compra.

Esto lleva a plantearme en qué clase de mundo vivimos, un mundo en el que profesionales destacados por su cultura como Belén Esteban (su dominio del léxico del insulto sobrepasa al de la Jenny de mi barrio, por lo que se merece mi respecto, además de haber experimentado más de 300 tipos de cirugía en su cuerpo, por lo que, eh chavales, esta tía mola) o Guti (asesor cuando tengáis cualquier problema de orientación en Madrid: él os mostrará un amplio catálogo de discotecas y bares de putas y/o gigolós [en la variedad está el gusto]; pero siempre con estilo, no os créais, que yo le he visto unas uñas monísimas) ganan más pasta actualmente que el más capaz, competente y hábil investigador actual (ya quisiera ese friki ganar la mitad de dinero que mis ídolos, ¡ja!), en el que el mundo del entretenimiento prima por encima de otros campos vitales para la supervivencia del ser humano, no sólo hablo de investigación o la ciencia, sino también del sector primario, especialmente llamativo me resulta el porcentaje que se lleva un agricultor de nuestro país por hortaliza vendida en comparación con el precio de la misma en el mercado (¡gracias, queridos intermediarios, por hacer llegar el producto al consumidor de forma tan poco lucrativa!), por no hablar de cuando el género procede del Tercer Mundo, altruista y moribundo abastecedor de los ricos, para que no nos falte de nada.

En definitiva, cuando veo el resultado de la evolución de la raza humana me echo a temblar: miro hacia la cima de la sociedad, y veo a empresarios corruptos que reciben llamadas en el asiento trasero de su Ferrari en las que ultiman el acuerdo por el cual recibirán jugosos millones a costa de la salud y economía de miles de personas; miro hacia abajo, y veo que en 2001 había 2.700 millones de personas (la mitad de la población mundial actual) que vivía con menos de 2 dolares al día, y que 1.100 lo hacía con menos de 1: la mayoría de estas personas trabajando en condiciones abusivas; y me pregunto, ¿qué hago para solucionarlo en mi día a día? NADA, simplemente pienso “vaya mierda de mundo” o “qué asco de gente, de verdad” y continúo con mi cómplice, hipócrita y placentera existencia.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuanta razón tienes Melón, cuanta razón tienes...

Anónimo dijo...

Los ferraris no tienen asiento trasero.

Melón dijo...

jajajajajaj ahí me has pillado, aunque si nos ponemos quisquillosos, mirando por google he visto que algunos modelos de la marca sí que tienen, aunque no sea la tónica habitual.

Anónimo dijo...

ey melon!
Me mola este tema. Cuando se estudia geologia, se ven todos esos desastres de volcanes, terremotos, movimientos tectonicos gigantes y los alumnos nos llevamos las manos a la cabeza viendo las fotos y cuchicheas con el de al lao mientras que el profesor ni se inmuta... Realmente la humanidad apenas ha ocupado algo de tiempo de la vida total de la tierra... y si llega una mierda gigante para rebentar el planeta, no te preocupes, no tendrás tiempo a decir mu.

http://86400.es/2006/12/31/ano-cosmico-toda-la-historia-en-un-ano/
Soy papi

Melón dijo...

Somos soberbios, nos creemos autosuficientes y por encima del bien y del mal. En realidad no somos nadie.